23 noviembre 2009

Un bombero en la nieve

El valenciano Vicente Lillo lucha cada día contra el fuego pero su pasión por el alpinismo le lleva al Himalaya. Por primera vez una expedición española pisa la cima del Rhaski-Peak
Un bombero que llega con una moto de alta cilindrada para explicar su última aventura como alpinista. Cualquiera pensaría que este hombre es de esas personas que no ven la amenaza ni aunque la tengan en sus narices, que anda sobre una cuerda floja en cada paso de su vida. Pero Vicente Lillo no es de esos. En su profesión tiene muy claro en qué circunstancias debe jugarse la vida. Conduciendo, disfruta del placer de las dos ruedas, no de la velocidad. «Yo siempre he ido con Vespas. Mi mujer iba incómoda cuando la llevaba detrás, así que me compré esta, que es más grande. A mí no me gusta correr», dice. Y, cuando sube los picos de montaña, piensa cada movimiento dos veces. A este valenciano la gustan las emociones fuertes. Lo que no le gusta es tentar a la suerte. Le gusta rozar los límites. Lo que no le gusta es tocarlos. Con este espíritu, Lillo cuenta su última aventura.
Una salida que forma parte del proyecto 'Valencia por las montañas del mundo', creado hace 12 años por Bomberos de Valencia y que tuvo en Lillo a su gran impulsor. Esta vez tocaba subir el Singu Chuli, un pico de 6.500 metros de altitud ubicado en el Himalaya. «Después de pasar todo un día trabajando en el glaciar, saltando grietas con bastante peligro de caída, decidimos que no podíamos seguir por ahí, que no íbamos a llegar porque el camino era infranqueable. Y volvimos otra vez al campo 1», explicó. No pudo ser.
Las caras eran de decepción. Pero el viaje deparaba a la expedición una grata sorpresa. «Nos dimos cuenta de que había un pico de menor altitud, el Rhaski-Peak, de 5.250 metros, y a primera vista intuíamos una posible ruta de ascensión. Preguntamos a los serpas -nativos que trabajan en las montañas y guían a los escaladores- que venían con nosotros y ellos no tenían ni idea de que allí subiera la gente. En el Himalaya parece que esos picos se quedan pequeños. La gente va a hacer un 7.000, un 8.000 o un 6.000 como mínimo. Yo creo que es un error, porque esos picos te dejan momentos tan agradables como todos los demás. Y hay subir. El Himalaya no te regala nada», agregó.
El día 29 de octubre alcanzaron la cumbre con 22 grados bajo cero. «Hablamos con los serpas y nos dimos cuenta de que por allí no había subido nadie. Nos dimos cuenta de que éramos los primeros españoles en subir al Rhaski-Peak y los primeros del mundo en hacer esa ruta. Habíamos abierto una nueva ruta de acceso. Había que ponerle un nombre y decidimos bautizarla como la Ruta de los Valencianos. Habíamos marcado un hito. Eso no es fácil en el alpinismo, hoy en día casi todas las montañas están hoyadas por el ser humano», comentó Lillo.
Empezó a los 16 años y ha cumplido los 52. Este bombero valenciano está enamorado de la montaña. «Tengo un mapa mundi en casa y mi hija va poniendo chinchetas en cada lugar que su padre visita. De vez en cuando lo miro y pienso que ya he recorrido unos cuantos sitios...», afirmó Lillo. El próximo objetivo es el Chacraraju, una pared vertical de hielo de 800 metros situada en los Andes de Perú. «Vamos a practicar el alpinismo puro y duro», apuntó.
Su relación con el fuego le ha ayudado mucho para no poner el pie donde no debía. «Los bomberos tenemos ese punto de que nos gusta un poco el riesgo. Tenemos que estar preparados para cualquier situación de riesgo. Lo vives y eso te acompaña para que luego puedas afrontar las situaciones en la montaña con más frialdad. No te pones nervioso, sino que valoras la situación y la afrontas. A lo mejor otras personas con más ímpetu no llegan a la valoración de saber dónde está el límite. Yo siempre digo que prefiero venir y contar por qué no he podido subir, que intentar subir y no poder volver para contarlo», sentenció.
Lillo repite que seguirá saludando desde las cimas hasta que su cuerpo aguante: «El bombero es un hombre aventurero, con un cierto sentido de la vida. Por norma general no somos gente sedentaria. Somos gente muy activa, practicamos mil deportes... Yo no me puedo quedar en mi casa leyendo le periódico toda la mañana. Lo hago en cinco minutos y rápidamente me voy a hacer cualquier actividad que tenga. Acabo de hablar contigo ahora y me voy a mi gimnasio a quemar adrenalina». Le queda gasolina para rato.
Fuente: lasprovincias.es

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