14 enero 2014
Son héroes
Por César Omar Leyva
TRIBUNA
Con sentimientos encontrados y con el orgullo de haber engendrado hombres valerosos que se entregaron a su pasión, fue como los padres de los dos bomberos fallecidos el 7 de febrero de 1999 en el incendio de la Fábrica Burr, recordaron ayer a sus hijos.
Y aunque han pasado 14 años desde aquél suceso, aseguran que el dolor sigue siendo el mismo, sin embargo cada año los reconforta el homenaje que los elementos del Departamento de Bomberos rinden a sus compañeros en el lugar donde descansan sus restos.
Cuando comienza hablar de su hijo Ernesto, la voz del señor Esteban Partida Sánchez se quiebra, después respira profundo y recuerda los inicios de su primogénito como bombero voluntario.
"Estudiaba en el Conalep y fue cuando se enamoró de esa profesión, al segundo año de preparatoria fue a hacer el servicio y ahí se quedó como voluntario", relata.
Ernesto Partida López había encontrado su vocación, tanto así que cuando terminó la educación media superior no quiso estudiar una carrera y se avocó de tiempo completo al voluntariado en el departamento.
Ahí permaneció alrededor de cinco años, primero como voluntario y después como oficial. Según recuerda su padre, Ernesto fue un muchacho entregado, tanto así que el día que se incendió la planta Burr fue de los primeros en llegar a la bodega ubicada por la calle Miguel Alemán.
"Él era bombero de ataque, estaba acompañado de su compañero Jesús Medrano, iba en la punta de la manguera, al estar adentro el aire se les acabó, quisieron salir y se perdieron dentro de un laberinto y fallecieron ambos", menciona Partida Sánchez.
"Partidita", como lo apodaban sus compañeros, tenía 27 años, era el mayor de cinco hijos y 12 días antes del incendio se había convertido en padre de un varón que ahora, ya con 14 años de edad, insiste a su abuelo que lo deje ser bombero como su papá.
"Perdió la vida en acción como un héroe, pero me siento satisfecho de que aun a estas fechas se le hagan honores y eso me fortalece para soportar la pérdida de mi hijo, es mi héroe", recalca don Esteban mientras sus ojos se llenan de lágrimas.
El dolor no termina nunca
Junto a la tumba de Ernesto en el Jardín Verapaz, está la de Jesús Medrano, el otro apaga fuegos que también perdió la vida ese día. De él también sólo hay buenos recuerdos, su madre María Magdalena lo describe como un gran hombre, un buen hijo.
"Aunque ha pasado el tiempo cada año para mí es igual, la herida no sana", menciona mientras coloca sobre la lápida de su hijo un reconocimiento póstumo que la Sociedad Sonorense le entregó el pasado mes de abril en Hermosillo.
Manuel de Jesús era químico biólogo de profesión, pero desde los seis años se involucró en las actividades de los bomberos, primero tomando cursos y después como voluntario. "Nunca lo pude sacar de ahí, estudiaba en Hermosillo pero cuando venía a Obregón no llegaba a la casa, se iba al departamento", recuerda Magdalena Félix Corral.
Ernesto y Manuel de Jesús recibieron ayer un homenaje por parte de todos sus compañeros del Departamento de Bomberos, quienes después de colocar dos arreglos florales, montaron junto a las tumbas de sus colegas la tradicional guardia de honor, mientras la banda de guerra hacía sonar sus tambores y trompetas y los carros encendían sus sirenas.
Al terminar la ceremonia, los padres de los bomberos fallecidos pidieron a los ex compañeros de sus hijos que se tomaran una foto grupal con ellos. "Aquí también estuvieron ellos", comentó uno de los bomberos mientras se dirigía a abrazar a los papás de sus compañeros.
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